La vida suele ser
misteriosa, a veces sin dejar demasiadas huellas expone su tinte encantador en
los lugares y situaciones menos pensadas, mientras que lo sorpresivo suele ser
objeto de los episodios más cargados de romanticismo. Una noche común, tan
obsecuente como podría ser cualquier otra, pero justamente así es la ley de la
vida: en los momentos menos sospechados surgen las cuestiones que condimentan
los factores que le dan funcionamiento al universo.
Este cuento no intenta ser una historia de
amor ni un cursi desencuentro amoroso, sino que sólo intenta ser el relato de
un héroe, que sin estar disfrazado de héroe, de casualidad se tropezó con una
noche que le iba a dejar unas cuantas incógnitas. Sí, digamos que todo comenzó
una noche en un lugar que no tiene demasiada importancia, en un día más que no
sería tal hasta que apareció ella y todo se paralizó, ya el cansancio de una
semana intrascendente quedaba detrás y de repente se amplificaba la música de
una noche que ya no podría apagarse.
Era tan bella que con solo su sonrisa
empapelaba de alegría el lugar. Era un ser llamativo, agradable y que
contagiaba su chispa cómo su locura al compás de cada uno de sus movimientos.
No se sabía si venía de Buenos Aires o de Liverpool, pero poco importaba. Era
la reportera que todo superhéroe soñaba con rescatar.
En el juego no tiene que ver ni la timidez,
la desfachatez o las ansias de poner el dilema en funcionamiento, pero cada
palabra flotaba y se chocaba contra un campo magnético cuando intentaba
expulsarse al mundo exterior, quizás era la pausa mental del no saber que decir
cuando se quieren pensar un millón de rimas y componer una canción que cambie
el mundo.
A veces la vida se desarrolla mediante
contrastes, opuestos y diversas cuestiones que generan la picardía de lo
picante, como en la política, el fútbol o en cualquier disciplina social;
aunque a veces, en ciertos puntos, puede caer una virtual similitud, sólo
restaba saber si todo había sido un sueño o un guión inconcluso. La suerte que
trae el siglo XXI es que lo que parece complicado puede resultar más sencillo,
ya jugar al detective es más fácil en una era digital. Entre un ingrediente de
acá y otro de allá bajo la simbiosis del olfato de un sabueso, ahí estaba ella:
aquél ángel del que entre titubeos ni recordaba su nombre ahora era real, al
menos en aquella galaxia paralela.
Sí, ahí se encontraba la joven adorable que
posaba sonriente con la presidenta o con una estrella de rock, tan cerca y tan
lejos. Lo encantador de no saber nada de ella y de querer saberlo todo. Lo
dubitativo de que estrofa entonar sin aparentar ser obvio o ridículo. Lo
complicado de cuando el superhéroe tiene que jugar a ser el tipo común y enviar
una postal de iniciación al futuro. La tensión de una respuesta, de qué pensar,
de la no respuesta. La imaginación es tan mágica como traicionera, aunque
siempre hay un lugar en el que se puede encontrar un espacio para la victoria.